jueves, 19 de mayo de 2016

DRAGON BALL MULTIVERSE NOVELA 04



Autor: Salagir, Gogeta JR, Asura.
Web: Dragon Ball Multiverse




Nueve años antes, en el palacio de Kami Sama...

Piccolo y Dende permanecían hablando de pie, al borde del palacio, como solían hacer a menudo. Parecía que aquel no iban a estar solos, pues tres energías conocidas se aproximaban a la cima. No eran mi más ni menos que Son Goku y Ub, como siempre, acompañados de la nieta del saiyano, Pan. Nada más aterrizar, la niña dejó ver su emoción por haber estado viajando junto a su abuelo. Para Ub, sentirse en ese lugar sagrado era algo incómodo. Goku sonrió, girando hacia la pareja de namekianos.

—¿Así que Vegeta no ha llegado aún?

—No, vosotros tres sois los primeros —contestó Piccolo con una sonrisa en el rostro—. ¿De verdad pretendes luchar contra él de nuevo?

—Bueno, eso espero… —replicó Goku, con un brillo especial en sus ojos.

—¡Hola! —exclamó Pan conforme tocaba el suelo cercano a los namekianos.

Piccolo y Dende, con sorpresa y complacidos por los exquisitos modales de la niña, respondieron casi con timidez.

—Saludos, Kami-sama… Saludos, señor Piccolo —musitó Ub, inclinándose con respeto. Le hacía sentir muy nervioso encontrarse cara a cara con el dios de la Tierra.

La nueva y joven generación parecía cautivar a sus mayores con gran respeto… todo lo contrario a como Goku les había tratado en su juventud. Para él los amigos no debían mostrarse distantes, y si se veían a menudo no tenía sentido tanta formalidad. Él nunca había logrado comprender la importancia de esos saludos innecesarios.

Dende se colocó ante los jóvenes aprendices de guerrero y les habló:

—¿Vosotros vais a luchar también?

—¡N-no! —Ub respondió rápido, con una pizca de miedo en su tono de voz— Estoy aquí tan solo para mirar.

—¡Sí! ¡Yo también! —exclamó Pan, saltando alegremente por el aire con ansias —¡Tengo muchas ganas de verlos!

Una figura apareció de pronto, descendiendo desde las nubes… el orgulloso príncipe de los saiyanos aterrizó en la superficie del palacio y caminó directamente hacia Son Goku.

—¿Estás listo para perder? —se mofó Vegeta.

—¡Por supuesto! ¡Eso sería una gran sorpresa! —contestó Goku—. Entonces… ¿estás preparado?

—Todavía no —respondió Vegeta, cruzando los brazos—, preferiría que tu hijo estuviese aquí para vernos.

—¿Mi hijo? ¿Dices Gohan?

—¡Obvio, Kakarotto! —gruñó Vegeta, irritado.

—¿Para qué?

—¡No discutas conmigo! Limítate a teletransportarlo aquí, ahora. ¡Estaré esperando!

—Agh… Está bien, Vegeta —aceptó el héroe criado en la Tierra— Veré qué puedo hacer…

Goku colocó dos dedos en su frente y desapareció. Regresó unos minutos más tarde acompañado de su hijo primogénito, Son Gohan, quien vestía ropa de trabajo.

—¡Papi! —exclamó Pan, que siempre se mostraba encantada de ver a su padre.



—¿Pan? —Gohan la saludó, sorprendido de que su hijita pequeña estuviese en el palacio— ¿Has venido tú también?

—La sala del Espíritu y el Tiempo podría no funcionar correctamente con cinco personas —conjeturó Piccolo en voz alta.

—Sí, lo sé, pero no te preocupes por eso —contestó Son Goku.

Sin dudar, Vegeta caminó raudo, pasando el grupo, al interior de la habitación especial. El gesto disgustó a Gohan.

—¿Cómo? ¿Vegeta? ¿Por qué estás aquí? —inquirió el hijo de Goku.

—En realidad prefiero que no tengan espectadores —apuntó Dende—. Cuando luchan en la sala del Tiempo Hiperbólico, sus combates solo duran unos segundos… al menos para nosotros.

—¿Y qué diferencia hay? —preguntó Piccolo, sorprendido por el comentario.

—Es solo que… su poder es tan grande que siempre tengo miedo de que puedan destruir la habitación por accidente —dijo el dios de la Tierra.

—Es posible —reflexionó el otro namekiano—, pero estoy seguro de que podemos confiar en ellos. Además —prosiguió—, Gohan va a estar con ellos esta vez. Estoy seguro de que no dejaría que algo como eso ocurriese.







Ub, de once años y Pan, de cinco, estaban sorprendidos de lo que estaba ocurriendo a su alrededor. Dos de los mejores guerreros del universo, Goku y Vegeta, iban a luchar frente a ellos en estado de supersaiyanos de nivel dos. Ub sabía del gran poder de Goku desde que lucharon por primera vez en aquel torneo de artes marciales, pero nunca antes le había visto mostrar tal cantidad de energía.

«¿Cómo puede pretender el maestro Goku que yo sea su relevo? —se preguntó el muchacho.»

De pie, al lado del aprendiz, Pan estaba igualmente emocionada. Desde siempre le había gustado luchar, y a menudo recordaba su primera participación en el torneo de artes marciales. Las auras doradas, las bolas de fuego y el rugido de los golpes la divirtieron muchísimo. La adorable cría alzó los brazos y animó a su abuelo, agitándolos y dando saltitos para que diera su máximo. Gohan fue el último de los espectadores en entrar, y se sentó con calma en los escalones de la entrada para ver el combate. Comprendió entonces por qué Goku y Vegeta habían pedido que la habitación del Espíritu y el Tiempo fuese mejorada; el motivo no era otro que evitar los grandes daños que había sufrido el planeta tras la lucha entre los rivales, años atrás.

—Han mejorado muchísimo —se dijo Gohan—. Muy impresionante…

Su combate se prolongó durante un buen rato, como una auténtica batalla de rivales debía ser. Después de un choque extremadamente intenso, Vegeta comenzó a ganar terreno poco a poco, dando más golpes de los que encajaba. El otro saiyano empezaba a mostrar signos de cansancio, perdiendo su energía. El príncipe detuvo incluso un ataque de energía sin esforzarse.

—La energía de Vegeta es realmente impresionante —observó Gohan—, pero si papá pierde es solo porque…

Vegeta disminuyó su poder hasta el de supersaiyano de nivel uno y miró enfadado a los ojos de Goku.

—¡Deja de tomarme el pelo, Kakarotto! ¡Estás conteniéndote! ¡Es evidente!

—¿Eh? Oh, bueno… podría subir al nivel tres, supongo —contestó el otro saiyano—, pero la última vez que lo hice, nuestro combate terminó demasiado rápido. —Goku rio incómodo, rascándose la nuca—. No fue ni interesante ni divertido, la verdad. Además, después de todo este tiempo, ¿no deberías ser capaz de transformarte en nivel tres tú también?

Las ropas de Vegeta estaban chamuscadas y rotas por la batalla, pero cruzó los brazos sobre el pecho.

—¡Bah! El nivel tres es inútil, Kakarotto. Tengo planeado superarlo, ¡pero si sigues conteniéndote contra mí no podré hacerlo!

—¿Y qué podría ser mejor que el pelo superlargo y no tener cejas? —rio Goku en plan jocoso.

—¿No es obvio? —reflexionó el príncipe— El supersaiyano nivel tres consume la energía demasiado rápido. Seguro que te has dado cuenta. Puede ser poderoso, pero su límite exige un precio que no estoy dispuesto a pagar. ¡Voy a encontrarle una alternativa mejor!

Son Goku alzó la ceja, dudando.

—¿Pero para superar el nivel tres no deberías dominarlo primero?

—Quizás… —replicó Vegeta—, pero casualmente ocurre que en esta misma sala hay una persona que es incluso superior al nivel tres… y no necesita ni una miserable transformación.

Hubo una breve pausa en lo que Goku tardó en girarse hacia su hijo mayor. Ub y Pan, quienes estaban a ambos lados del híbrido de saiyano, empezaron a mirarle también. El guerrero, convertido ahora en un sabio investigador, se mostró inquieto al ser mencionado; se sintió molesto por cómo le miraba Vegeta.

—Esa puerta es nuestra única forma de salir de este lugar, Gohan —anunció Vegeta de pronto, alzando el brazo en dirección a él—. Es mejor que la protejas, ¿¡entendido!?

—¡Vegeta, espera! ¿¡Qué estás haciendo!? —interrupió Goku, aunque Vegeta continuaba acumulando más poder.

Ignorando la protesta de su rival, Vegeta ascendió a supersaiyano nivel dos y continuó formando aquella esfera de energía crepitante en su mano.

—¡Pan! ¡Sal de aquí, rápido! —gritó Gohan, presto.

Por primera vez en su vida, Pan captó un ápice del lado terrible de su padre, del que había escuchado hablar, pero jamás había visto.

—Ataque… —comenzó Vegeta.



—¡Gohan! —gritó Goku.

—…Big Bang! —rugió el príncipe, por fin.

La esfera azul se estrelló directamente contra las manos de Gohan, quien gritó conforme la golpeaba, rodeándose de un halo blanco y translúcido. El científico podría haber salido despedido por el poder puro y tremendo de la ráfaga, pero la agarró con el cuerpo entero a media altura, levitando con esfuerzo. Sin embargo, sus gafas se hicieron pedazos y la camisa que llevaba fue desgarrada por todos lados.

El suelo blanco se resquebrajaba conforme la ola de energía se iba alejando, desviada, trazando una curva alrededor de la aparentemente infinita habitación. Una explosión de luz cegó a todos los allí presentes. A pesar de la masiva cantidad de poder concentrado en el ataque, Gohan lo había detenido en un instante y con facilidad. Al margen de unos cuantos metros de escombros dejados por la estela del ataque, no había habido más desperfectos; tan solo una tenue cortina de humo blanco que ascendía desde las ilesas manos del mitadsaiyano. El guerrero retirado no había sido dañado en lo más mínimo; ni tan siquiera tenía un arañazo, mucho menos sangre en su cuerpo.

—¿Lo ves, Kakarotto? Ese es exactamente el tipo de poder del que te estoy hablando —comentó un Vegeta exhausto, dejando que su cabello regresase al color negro.

—¡Vegeta! —rugió Gohan a través de sus dientes apretados—. ¡Tú… tú…! —El hombre apenas podía encontrar las palabras apropiadas. Estaba tan sorprendido como lleno de una rabia incontrolable hacia el temerario príncipe de los saiyanos—. ¿Así que es por esto por lo que prácticamente me has arrastrado hasta aquí? —gruñó.

—Te comportas como un crío —contestó Vegeta, ignorando la pregunta—. Piccolo arreglará tu ropa cuando regresemos. Y en lo referente a tu hija, está perfectamente bien. Tú mismo te aseguraste de ello. —Vegeta se acercó a Son Gohan y le colocó la mano en el hombro, para su sorpresa. Se permitió una tenue sonrisa—. Además, he deseado hacer esto por más de diez años… —rio el príncipe— no te enfades conmigo. Ju, ju…

Goku tomó la palabra de nuevo, rompiendo la tensión conforme caminaba hacia los otros dos.

—Pero Vegeta, Gohan tiene el poder de los dioses en él. Su fuerza no tiene nada que ver con entrenam-

—Tú y yo hemos terminado —declaró Vegeta, interrumpiendo a su eterno rival—. Se acabó esta discusión. Parece que nunca encontraré un oponente más fuerte, así que tendré que encontrar las respuestas por mí mismo.







Una vez regresaron al palacio, Vegeta se alzó en el aire y comenzó a levitar, pero fue interrumpido. Gohan se apresuró tras él, corriendo a través de Piccolo y Dende, quienes se sorprendieron de verle con las ropas rotas.

—¡Espera, Vegeta! —Exclamó—. ¿Por qué? ¿Por qué has hecho todo esto? ¡A veces pienso qué nunca voy a comprender qué rayos se te pasa por la cabeza!

Vegeta se giró y miró a Son Gohan en silencio, como si la respuesta fuese obvia.

—Tú trabajas para expandir tu mente, para descubrir por qué los átomos hacen tal y cual y esas cosas, ¿correcto? —respondió el príncipe—. Bien, yo trabajo para superar mis límites; en la búsqueda de nuevos límites, para excederlos. Para ser el mejor guerrero saiyano con vida. ¿Lo entiendes?

Vegeta se giró para irse cuando Gohan le agarró por el hombro, deteniéndole. Este se dio la vuelta para mirar al hijo de Kakarotto, cuya expresión facial se había vuelto mucho más severa.







—Vegeta —dijo Gohan con calma, pero con firmeza—, si vuelves a hacer eso cerca de mi hija… te mataré.

—Lo tendré en cuenta —contestó el príncipe con una sonrisa.

El saiyano se desvaneció en un fugaz destello de luz. Gohan le observó hasta perderle de vista, se calmó y regresó con los demás.

—¿Tal y cual? —murmuró en tono burlesco.

—¡Papá! —gritó Pan, apareciendo tras su padre y agarrándole del brazo— ¡No sabía que eras tan fuerte!

—¡Hola, Pan! No estás herida, ¿verdad? —inquirió Gohan, lógicamente preocupado.

—¡Para nada! —respondió—. ¡Paraste todo el ataque! ¡Estoy bien!

Pan se sentía muy orgullosa de su padre, ahora más que nunca. Su sonrisa amplia y ojos cargados de admiración decían por sí mismos lo que pensaba de él. Goku y Ub llegaron al exterior del palacio y se unieron a la niña y su padre.

—¡Son Gohan… qué poder tan impresionante! —exclamó el muchacho de piel tostada—. ¡Nunca le había visto luchar antes!

—Sí, a Gohan no le gusta demasiado pelear —dijo Goku—. Estoy orgulloso de lo fuerte que es, pero no ha entrenado nada desde el combate contra Cell… Es una lástima, la verdad.

—¿Es él… más fuerte que usted? —preguntó Ub.

—Bueno… —Goku se encogió de hombros—, lo era hace diez años, eso seguro. Desde entonces, Vegeta y yo hemos entrenado duro cada día. Ub, ni tú has visto mi auténtico poder todavía, ni has visto tampoco el de Gohan… ¡pero creo que tú serás tan fuerte como él algún día!

—¿De veras? Pero… —comenzó Ub—, cuando veo lo fuertes que sois vosotros tres, simplemente no puedo ver cómo yo podría…

—Debes confiar en ti mismo y en tu poder, Ub —contestó Son Goku—. ¡En diez años podrías ser más fuerte que todos nosotros!

Ub no tenía tanta confianza en sí mismo como su maestro, pero juró que se esforzaría al máximo para hacerse más fuerte.

—Ven aquí, Gohan —instó Piccolo— arreglaré tu ropa.

—Gracias, Piccolo —contestó su viejo discípulo.

—Gohan… —habló Goku mientras se acercaba a su hijo—, no le guardes rencor a Vegeta, ¿de acuerdo?

—Lo intentaré, papá. Tan solo me molesta que haya puesto a Pan en peligro.

—¡Venga ya! —contrarió él—. ¡Fue divertido y nadie salió herido!

—El abuelo lleva razón —añadió Pan.

—¡Estuvo realmente impresionante, señor Gohan! —exclamó Ub, apoyándole.

—Sí, bueno… —murmuró él—, mejor olvidémoslo.

Gohan voló abandonando el palacio, pero la imagen de su hija en peligro todavía rondaba por su cabeza:

«Maldito seas, Vegeta… —murmuró para sus adentros.»

Pan, quien estaba por primera vez más interesada en su padre que en su abuelo, voló tras él para acompañarle a casa.



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